En un sentido amplio la inteligencia es la capacidad para comprender y adaptarse al propio entorno.

Catalogar la inteligencia es algo bastante complejo. Muchos autores e investigadores discrepan en los diferentes intentos de definiciones. Definir la inteligencia de una persona no es tan sencillo, ya que influyen en ello múltiples factores. Hay definiciones centradas en la capacidad intelectual, que dejan de lado otros tipos de inteligencia, como la social o la emocional, o incluso la creatividad o el sentido de consciencia de uno mismo. Hay quienes piensan que el sentido común, la resolución de problemas cotidianos de la vida y la astucia delimitan la inteligencia.

Un test de cociente intelectual es una estimación de la inteligencia, no define la inteligencia de una persona, aunque la sociedad le da mucha importancia al grado de inteligencia de un individuo. La idea general que se ha establecido acerca de estos exámenes es que, aquellos niños que tengan un elevado promedio educativo van a ser más exitosos en la vida, tendrán mejores entornos académicos y económicos…aunque esto no tiene porqué ser así. La capacidad cognitiva es controlada por miles de genes, estudios del genoma afirman que existen cerca de diez mil variables asociadas a la inteligencia.

Según Stanovich (2009) “hay que diferenciar inteligencia y racionalidad y, debido a ello, gente muy inteligente puede ser muy irracional a veces o comportarse de forma muy estúpida.”

¿Qué es y cómo se calcula el cociente intelectual?

El cociente intelectual (CI) es el número que resulta de la realización de una evaluación estandarizada que permite medir las habilidades cognitivas de una persona en relación con su grupo de edad. El CI normal de una persona es de 100 puntos sobre la media de las personas de la misma edad. La inteligencia incluye las habilidades de razonar, resolver problemas, pensar de forma abstracta. La medición de la inteligencia es tan compleja, que no se puede saber hasta qué punto los diferentes factores pueden afectar el cociente intelectual, es decir, no puede saberse a ciencia cierta de en qué grado los diferentes factores afectan. El ambiente familiar, traumas de la infancia, los valores culturales, la calidad de la educación recibida, haber crecido en entornos en donde se recompensan determinadas habilidades favorece puntuaciones más altas en algunas aptitudes más que en otras.

Hay test que miden la inteligencia por medio de estándares, tales como las famosas pruebas de cociente intelectual (CI). Algunas de las pruebas que miden la inteligencia han demostrado ser poco fiables y sólo toman en cuenta criterios parciales, por lo que no serían indicadores reales de inteligencia. Es decir que, algunos test de inteligencia sólo se enfocan en categorías específicas, por ejemplo, el test Stanford Binet, que se centra en conocimientos básicos, matemática elemental, visualización de objetos en el espacio, memoria del espacio y razonamiento fluido, dejando de lado, por ejemplo, la inteligencia emocional. Investigaciones recientes manifiestan que los resultados de un test de inteligencia pueden verse afectados por factores circunstanciales que no tienen que ver con la inteligencia, como, por ejemplo, la motivación.

A raíz de un debate publicado en Twitter en agosto de 2017 sobre Inteligencia y cociente intelectual, entre Pablo Malo (psiquiatra) y Pablo Duque (neuropsicólogo), Roberto Colom (prof. De psicología de la Universidad autónoma de Madrid), publicó un artículo en su blog en dónde expone sus criterios sobre estos conceptos.

Según Pablo Duque (2017) “Es muy difícil dar una definición satisfactoria de la inteligencia, como de cualquier otra cosa en la vida, pero es obvio que unas personas tienen más vocabulario que otras, resuelven problemas mejor, se expresan mejor y organizan mejor problemas complejos. Además, la gente que lo hace bien en un tipo de tareas tiende a hacerlo bien en otras, un fenómeno que se conoce como g o factor general de inteligencia…La puntuación en el WAIS [o el RAVEN o el WNV] predice, entre otras cosas, los resultados escolares, los ingresos en la edad adulta, el desempeño en el puesto laboral, delitos (a mayor puntuación, menos delitos) que cometerá la persona e incluso la mortalidad (a mayor puntuación, menor mortalidad; se estima que 15 puntos más en la infancia se asocia a 24% menos de mortalidad en los años siguientes).”

Según Pablo Malo, “los tests de inteligencia miden lo bien que una persona procesa la información que se le da, pero no nos miden si esa persona es buena para valorar de forma crítica la información proveniente del entorno.”

Según Roberto Colom “existen reglas que ayudan a decidir si los problemas de los test de inteligencia son más o menos adecuados. Esas reglas comenzaron a desarrollarse hace más de un siglo –gracias al esfuerzo de teóricos y matemáticos como Charles Spearman o Louis Leon Thurstone—y no se ha dejado de evolucionar desde entonces…La inteligencia supone resolver problemas complejos, integrar información sensorial para lograr un determinado objetivo, superar flexiblemente los obstáculos que impiden llegar a una solución, expresar sofisticación al resolver problemas cognitivamente complejos evitando aproximaciones por ensayo y error, aplicar conocimientos para resolver problemas nuevos y adquirir eficientemente conceptos abstractos.”

Tal como menciona Roberto Colom, “la investigación de las dos últimas décadas en neurociencia cognitiva y en genética cuantitativa/molecular han supuesto extraordinarios avances en la comprensión del concepto inteligencia.”

Hacia finales del siglo XX surgen varias teorías psicológicas que hacen un aporte más cognitivo y amplio con respecto al concepto de inteligencia que venía definiéndose hasta ese momento, más psicométrico. Entre ellas, las más significativas son:

  • Howard Gardner: Inteligencias múltiples (Lingüístico-verbal, lógico-matemática, viso-espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista)
  • Robert Sternberg: Teoría triárquica de la inteligencia (Analítica, experiencial – creativa, contextual – práctica)
  • Daniel Goleman: Inteligencia emocional (Intra e interpersonal: perceptiva, motivacional, conductual)

El cerebro humano es la clave para la inteligencia misma, ya que tiene la capacidad de adaptarse, asimilar y ampliar redes sinápticas. Las conexiones neuronales se expanden y se fortifican a través de experiencias aprendidas a lo largo de nuestras vidas.

Los estímulos hacen que el cerebro se vuelva más fuerte y vital. La ciencia ha demostrado que la neuroestimulación afecta nuestra inteligencia, sin importar qué criterios se utilicen para medirla, así que, como conclusión, saber que algunas técnicas que podrían aumentar la capacidad del cerebro y estimular las conexiones neuronales, y, por ende, desarrollar nuestra inteligencia, puede ser de gran ayuda, aquí van algunas de ellas:

  • Realizar crucigramas, rompecabezas o puzzles, juegos de memoria, sudokus, ajedrez, completar problemas matemáticos, leer, romper la rutina, aprender idiomas, es decir, hacer trabajar al cerebro un poco más de lo usual.
  • Realizar actividades al aire libre, en la naturaleza, estimula la oxigenación cerebral.
  • Descansar entre 6 y 8 horas continuas: dormir activa otras áreas cerebrales, que organizan la información recibida durante el día, de manera que pasa de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo.
  • Realizar ejercicio físico incrementa el flujo sanguíneo y hace que los niveles de oxígeno y glucosa se activen en el cerebro, además la estimulación psicomotriz activa la coordinación motora.
  • Los neuronutrientes, que hemos mencionado en un artículo anterior son claves para mejorar la memoria y las funciones cerebrales.

Referencias

Autor: Equipo Docente de Brain’s Route.

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